El siguiente Sábado, Aldana me llamó para invitarme a salir
con su novio y los amigos. Como me
estaba olvidando de lo que era sociabilizar, acepté. Decidí ponerme algo que no
llamara la atención, era una salida tranqui como para conocer a las amigas de
Aldana. Elegí un chupín blanco, despidiendo el calor, y una remera floreada sin
espalda.
Aldi me pasó a buscar en su auto y llegamos al departamento
de uno de los amigos del novio. La seguridad con
la que Aldana se manejaba dentro del departamento, me daba la confianza de que,
al menos ella, conocía el lugar. Tocó la puerta F (de Francesco, mala señal),
del piso 2. Abrió un chico alto, con una ligera barba, sonriente y muy fachero.
Se saludaron muy simpáticamente, y nos hizo pasar, cuando me fue a saludar tiró
el comentario que no quería escuchar:
-Ah, vos debes ser Api, no?
Habían estado hablando de mi, y eso no me gustaba. Quería
pasar desapercibida y no lo iba a lograr. Me estaban esperando. Con cara de
culo, asentí con la cabeza y la agaché. Aldana, intentando salvarme de su
metida de pata, agregó:
-Odia la atención, no es tan caracúlica siempre, déjenla que
empiece a tomar.
Con sus pavadas me hizo reír, y no quedé tan mala onda.
Saludé a todos, eran como ocho pibes, todos con mucho perfume, demasiado. Todos
con camisas cuadriculadas, pensé que las estaban regalando, o era un uniforme,
pero no, eran todos iguales, que era diferente.
Aldana estaba empecinada en que yo me pusiera en pedo y
volviera a ser la buena onda de siempre, pero no estaba realmente cómoda, hasta
que sí estuve en pedo y perdí la timidez. Jugando a truco como compañera del
novio de Aldi, Tomás, perdimos como perros y terminamos haciendo reiterados
fondos. Claro, como no estaba acostumbrada a tomar terminé re borracha, pero,
como era culpa de Aldana, ella prometió hacerse cargo de mi.
Estaba jugando a las cartas y escucho que Tomás comenta
“boludo, no tengo más puchos”, y le tiré mi caja de cigarrillos, como en
confianza.
-Tenes dos boluda, deja que ahora va Juanma a comprar.
Sin hacer conexión de miradas con Aldana, supe que me iba a
mandar con el pibe a comprar cigarrillos, para ver si pegaba onda. Así fue.
Terminé yendo al kiosco con Juan Martín, creo, el más feo de la reunión. Además
de feo, era escaso de habla, algo imperdonable, “qué estudias?”, “por dónde
vivís?”, “cuál es tu color favorito?”. Quién hace esas preguntas??????????????
Creo que en su GPS interno pensó en el kiosco más lejano y ahí fue, porque
estuve como media hora evadiendo preguntas pelotudas. Lo que me preocupaba es
que por mi situación sentimental no preguntaba; y, o no tenía interés en mi, o había
sido previamente advertido que ése era un tema complicado.
Cuando llegamos de vuelta al departamento, sin decir una
palabra, se me tiró a darme un beso. El hecho de que no dijera nada previo me
dio a entender que él daba por sentado que yo quería ese beso y me pareció muy
ofensivo, pero creo que gracias al alcohol, le perdoné eso, que fuera feo y que
no supiera hablar con una mujer. Empezamos a besarnos y todo iba bien, hasta
que empezó a descontrolarse y su lengua me hizo un estudio de amígdalas,
mientras que sus manos se instalaban en mi pecho sin ningún tipo de suavidad,
como si fueran, no se, almohadas. Completamente desagradable. Lo saqué y me
bajé del auto, mientras con el brazo me secaba la boca, con asco. Subí sin
esperarlo.
Acepté el beso del feo desconocido para probar si podía
estar con otro chico. Y podía, porque Francesco no andaba por mi cabeza en ese
momento, pero Juan Martín no era el indicado. Había pasado del príncipe al
sapo.
Golpeé la puerta del departamento y, en cuanto me abrieron, fui
a sentarme al lado del que me había “gustado” más. Le decían Matu, era el dueño
del departamento, no hablaba mucho, era gracioso y bastante lindo, aunque tenía
una camisa rayada con el cuello blanco y me parecía re grasa.
Me dirigí a ese pibe para hacer sentir mal al otro zaparrastroso
que tenía la esperanza de aprovechar que estaba borracha para poder estar con
una chica de una buena vez, pero antes de eso, definitivamente, necesitaba
aprendizaje.
Estoy dando vueltas para no tener que contar lo que pasó
después, ya que me da vergüenza recordarlo, pero no puedo seguir abusando de que soy la que relata…
Sentandome junto a Matu, le estaba dando el claro mensaje de
que tenía interés en él, pero parecía muy tímido, así que me acerqué a él y le
ofrecí ir a un lugar “más privado”. En sólo un minuto estaba borracha y semidesnuda
en el cuarto, teniendo sexo con él. La noche aún no terminaba y yo había hecho
las cosas que más odiaba de otras mujeres: encarar, emborracharse hasta perder
el conocimiento y tener sexo con un desconocido.
Lo último que recuerdo de esa salida fue despertarme con los
gritos de la novia de Matías, que había ido a buscarlo, entró a su cuarto y me
vio durmiendo desnuda, abrazada a él.
No hay comentarios:
Publicar un comentario