martes, 5 de noviembre de 2013

Capítulo nueve.

El mencionado Domingo 9 de Febrero, Fran estaba durmiendo en mi nuevo departamento, cosa que raramente la hacía porque la banda lo consumía, y teníamos la alarma activada para despertarnos temprano al día siguiente e ir a almorzar a su casa, ya que era el cumpleaños de su papá. Me desperté antes y en cuanto sonó la alarma de su celular, la apagué, no sin antes ver que tenía un mensaje de texto. Lo abrí, inocentemente. Sin saber que con sólo presionar un botón el mundo se vendría abajo, sin saber que en un segundo, otra vez, todo perdía sentido.
"Dale, conectate que quiero que hablemos, despegate un ratito de la nena Francesquito!"
A) El número no estaba agendado, pero sé que era sólo para que yo no lo viera.
B) El mensaje era de las 5 am, horario en que yo siempre estaba durmiendo, ninguna tarada la chica.
C) CONECTATE? No era que no usaba más Messenger?
D) "despegate un ratito...", la turra sabía que Francesco tenía novia.
E) "La nena"? En serio, además de cagarme me decís "nena"?

En 4 segundos que me llevó leer el mensaje, la ira y la decepción se apoderaron de mi, la misma sensación del 21 de Septiembre me invadió y no podía respirar. Otra vez se había ido todo al carajo. Me fui al baño a intentar no despertar al señorito, que yacía plácidamente soñando en mi cama. Sentada en el inodoro me agarraba la cabeza y no podía dejar de pensar diferentes explicaciones para ese mensaje, que por momentos lo justificaban y en otros lo defenestraban. Hacía fuerza con todo mi cuerpo para no soltar una lágrima sin antes hablar con Francesco, para demostrar al menos algo de dignidad. Pero la cabeza no dejó de analizar la opción de que yo fuera cornuda y el lagrimal falló, cayo la primer lágrima seguida de otras siete millones. En ese momento me sentí débil, me sentí chiquitita, sentí que era una risa, me mordía el labio, me rompía las manos contra las paredes y aún así no dejaba de dolerme el alma. Me dolía más que los nudillos detrozados, más que el labio reventado. Me ardía el pecho y no paraba de quemar.
Cansada de llorar encerrada y de castigarme a mi por la cagada del hijo de puta, salí en busca de una explicación, sin importarme la sangre en la mano y en el labio, eso sanaría en un par de días. Entré al cuarto y lo desperté medio a los sacudones, primero puso cara de culo por la forma de despertarlo y después se le transformó a desesperación por verme con esa pinta de psiquiátrica, en el camino intenté tapar la sangre del labio y la mano me la escondí en la espalda, pero las lágrimas habían hecho su efecto.
-Me podés explicar esto?
Le tiré el teléfono. En seguida se le notó la cara de preocupación, y se puso realmente serio.
-Vení, sentate Abril.
-NO QUIERO SENTARME, QUIERO QUE ME EXPLIQUES ESO
Voz chillona insoportable. Vecinos espantados. Llanto. Me senté al ver su cara de horror. Se incorporó e intentó abrazarme, pero no lo dejé.
-Es complicado...
Escuchando esa introducción supe que la próximas palabras sería un atentado contra mi vida, y así fue:
-...no te quiero mentir, no me hace bien, y a vos tampoco. Estoy cansado de caretearla...
-PODES SER DIRECTO?!
-Es Andrea, la chabona del baile.
El ardor del pecho se reprodujo y mi defectuosa cordura me hizo levantarme de un salto y reventarme la mano contra el ropero, ésta vez, mil veces más fuerte, tanto que me dejó tirada en el piso, llorando y gritando, mientras miraba mi mano que había sido atravesada por un hueso que me había quebrado; me sangraba. Me impresionaba y dolía mucho, pero no más que el pecho, el pecho era aún peor.
Francesco se levantó y me agarró de mano sana, levantándome con fuerza y un notable enojo. Mientras yo lloraba desconsoladamente, me agarró por los hombros y me preguntó que había hecho mientras me sacudía, pero cuando vio que sangraba mucho, me soltó con violencia y salió del cuarto, en busca de soluciones. Ignorando que estaba en camisón, me quiso llevar al hospital. Yo no hacía más que rehusarme, no quería ir, quería seguir pegandole a las cosas hasta morirme de dolor de manos y no de alma. Agarrandome del codo, en silencio y con mucha fuerza, me hizo bajar las escaleras y me subió al auto, tirandome como si fuera una mochila. Me dolía mucho la mano, pero aún así movía el hueso roto para que empeorara, quería que el hijo de puta que tenía al lado sintiera por culpa el dolor que sentía yo por cornuda. Cuando vio que lo estaba haciendo, se privó de putearme, pero me agarró la mano sana y la sostuvo, como si yo no hiciera fuerza para que no me tocara. Me sentía una nena maldita, pero no me interesaba, estaba con una mano torniqueteada para no desangrarme y buscaba cualquier cosa posible adentro de un auto para empeorar mi salud o para matar a Francesco; incluso debo confesar que analicé la opción de tirarme del auto, pero no me animé.
En el hospital me dejé atender y paré de hacer cosas estúpidas, tenía los dedos mayor e índice quebrados, así que me pusieron un yeso muy incómodo, no quise escuchar indicaciones ni ninguna ganzada más, así que huí. Cuando salí afuera me crucé con mi mamá, a quien probablemente hubiera llamado Francesco, me miró con cara de odio y entró al hospital, mientras el mentiroso salía de él. Se acercó a mi y me dijo:
-No puedo creer lo que hiciste, sos una tarada.
Quise escupirle la cara por hacerse el enojado cuando yo era la cornuda, pero vi la expresión que tenían sus ojos y me arrepentí. Estaba llorando. Yo estaba realmente enojada, pero ver sus ojos verdes-grises-azules enjugados en lágrimas me revolvía el estómago, el enojo no me iba a desenamorar.
-Por qué te mandó ese mensaje?
Yo seguía esperando explicaciones, como si nada hubiera pasado.
-Me prometes que no vas a hacer más estupideces?
Soberbia:
-Sa...
-Te quiero decir la verdad, porque te amo y te lo mereces... Me veo con Andrea, desde antes del baile... Por épocas sólo los fines de semana, cuando salía, pero después más seguido, y ahora cuando tenía tiempo me veía, porque estaba siempre con vos. Intenté dejar de verme con ella porque no podía estar con las dos, pero así no estaba bien, así que siempre volvía... La verdad es que estando con las dos estoy bien, pero no puedo, no quiero mentirte, me da lástima..
Saber que mi novio tenía otra novia dolía mucho, pero la frase "me da lástima", dolía mucho más. No quise escuchar ni una palabra más, me daba asco respirar el mismo aire que el hijo de puta de Francesco, así que me dirigí al auto de mi mamá. Me agarró de la mano y quiso hacerme volver, pero cuando intentó hablar, muy seria, le dije:
-Me das asco. No te quiero volver a ver la cara, sos la mierda más grande y te deseo, en serio, lo deseo con mucha fuerza, que te re cagues muriendo.
Sin una lágrima, muy seria y decidida, le apreté el mentón con odio, y acercandome, agregué:
-Si queres hacer una última cosa por mi, morite, porque te lo mereces.
Lo solté y fui al auto. Me senté en el asiento de adelante a esperar a mi mamá y puse la radio muy fuerte, como para cancherearle al mentiroso, que me miraba desde afuera. Cuando mi mamá salió, bajé la música para que no siguiera dudando de mi salud mental, ella se sentó en el auto y me preguntó si nos seguiría Francesco, pero le dije que no, y arrancó. En el camino a casa le expliqué lo sucedido y le pedí perdón por el mal momento. Lo entendió.

Cuando llegué a mi departamento, le pedí espacio a mi mamá, le dije que se fuera tranquila, y empecé a juntar todas las cosas de Francesco: regalos, cuadros, ropa suya que yo usaba de pijama, su cepillo de dientes, los peluches, su cargador de celular, apuntes de la facultad, ropa que dejaba olvidada, zapatillas, cartas, todo. Lo destrocé todo y lo metí en una bolsa de consorcio que saqué afuera, creyendo que así limpiaría mis sentimientos por él, pero fallé. Cuando volví a entrar al departamento, el dolor regresó, al ver el vacío, en la repisa, en la cama, en el ropero, en mi alma.
Me acosté a dormir, porque la pérdida de sangre me había agotado. Me desperté al otro día a las dos de la tarde, había dormido alrededor de un día entero y mi cuerpo no entendía nada. Fui desesperada a hacer pis, ya que me estaba muriendo, y no había nadie en casa. Claro, Francesco no se había quedado a dormir. Revisé la heladera; no tenía hambre, pero estaba aburrida, encontré un yogurt firme de esos con frutas, exquisitos, y lo intenté comer, porque estaba pálida, llegué hasta la mitad y lo devolví a la heladera, me estaba haciendo sentir peor. Fui a ver mi celular y tenía un mensaje de Francesco: "No te quiero llamar porque sé que no me vas a atender. Tenés razón en enojarte y en odiarme, estuve muy mal con vos, pero no te hagas esas cosas, cuando tengas ganas de pegarle a algo, llamame y me pegas a mi que tuve la culpa. Te amo, no seas idiota."
El "te amo" me retorcía el alma, NENE NO ME AMAS, ME RE CAGASTE FORRO, QUÉ ME VAS A AMAR SI TENES OTRA NOVIA, IMBÉCIL. Todas esas palabras se resumieron en reventar el celular contra la pared, seguido por una náusea incontrolable; llegué al baño e hice devolución del yogurt.
Volví a la cama, al parecer durmiendo iba a estar mejor. Durmiendo mi consciencia iba a dejar de hacer locuras.

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