martes, 19 de noviembre de 2013

Capítulo uno.

Le preparé mate y yo me prendí un cigarrillo, sentada en la ventana, Aldi en la mesa, y nos pusimos a charlar. Había muchas cosas por decir y no sabíamos cómo. Empezamos hablando de mi departamento, que, claro, estaba muy bien decorado, ya que era buena en eso. Durante cada palabra se notaba un eco que quería decir otra cosa, estábamos evitando lo importante y Aldana no era de dar vueltas:
-Bueno, dejemos de pelotudear. Te llamé porque me lo pidió tu mamá. Está asustada por vos y ya entiendo por qué... No, no me pongas cara de orto, no me interesa lo que queres. Estas mal y algo tengo que hacer.
Me bajé de la ventana y le di la espalda, apoyando los codos en el borde y mirando para la calle.
-Gracias por aparecer después de un año a decirme que estoy mal. Amiga.
-No seas cara rota, y no me des la espalda, cobarde.
Se rió. Tuve que reírme.
-Sabes que te llamé ciento cincuenta veces. Sabes que no soy abusiva. Sabes que te extraño.
-Por qué dicen que estoy mal?
-Tu departamento es divino pero tiene olor a cigarrillo frío de bar.
-Gracias.
-Estas raquítica.
Aumentaba mi tono:
-Gracias!
-Tenes ojeras, estas más pálida que de costumbre.
-Gracias!!
Se levantó y abrió la heladera. Yo la miraba, extrañada.
-Una leche abierta hace, probablemente, un mes,  un yogurt a medio comer, dos salchichas en un plato. Esto es tu comida? Estas comiendo esto?
-Pará  Cormillot! A qué viniste? A controlar?
-No, a cuidarte, imbécil.
-Es bueno saber que me amas, eh.
Logré huir del tema alimentación y que me contara de su vida: estaba estudiando en Pilar, tenía novio y estaba realmente feliz; no me necesitaba, estaba enojada, y aún así había vuelto para intentar ayudarme, aunque yo me negaba.
-Y bueno, no me vas a explicar qué pasó con el innombrable?
-Qué hija de puta, duele hasta escuchar innombrable.
Hice una pausa, mientras me prendía un pucho;  preparándome a mi, psicológicamente, para revivir todo, y a ella, para escuchar algo feo.
-Te lo voy a resumir porque es perder tiempo. La minita de la foto que me dijiste que viera en Fotolog, era la novia. Los vi chapando la primera vez que salimos juntas, para mi cumple, que yo desaparecí. No, nunca les conté, intenté olvidarme. Descubrí que eran novios el día que me peleé, que le encontré un mensaje de texto, y me dijo toda la verdad.
La cara de Aldana se horrorizaba más y más con cada cosa que le contaba. Y mi voz se iba quebrando a medida que susurraba las palabras. Me temblaba la pera y necesitaba desahogarme, no hablaba con nadie hacía mucho tiempo.
-...y lo más triste, es que escucho lo que digo y es dos más dos, era muy obvio que me mentía. No no no, eso no es lo más triste. Lo más triste es que, como me dijo la verdad, sentí que me amaba y estaba arrepentido, por eso sufrí tanto, porque siento que me ama…
Aldana puteaba porque sabía que algo escondía Francesco, y puedo asegurar que internamente se sentía culpable por no salvarme. Quién me iba a salvar si yo era irrescatable? Yo en su lugar me dejaba morir sola y deprimida. Pero no, era Aldana. En ese momento, Aldana a era mi WonderWoman.

-Y estas anoréxica…
-LA CONCHA DE MI VIEJA, QUE HIJA DE PUTA, SE LA MANDA DE CALLADA, LA VOY A CAGAR A TROMPADAS MIRA QUE TE VA A LLAMAR POR ESO, VES QUE ES MOGÓLICA? DIOS QUE SE MUERA, NO SIRVE DE NADA LA FORRA.
Hubiera seguido puteando a mi mamá durante todo el mes, pero Aldana me calmó diciendo:
-Te quiere cuidar. No sabes lo que yo daría por tener a mi vieja para que me cuide, inconsciente.
Aldana había perdido a su mamá de bebé y siempre me prohibía putear a la mía, para que supiera valorar. Estaba desacostumbrada y sus palabras me habían revuelto el estómago.
-Ay, perdoname, por favor, no me digas así…
-Bueno, no te hagas la pajera. No estas comiendo, mira lo que sos, una escopeta nena!
-Yo no estoy anoréxica, flasha mamá porque estoy más flaca. Es que me re copé estudiando y a veces no como, pero por la facultad.
-Vos te pensas que somos todos idiotas, Api? Tus viejos saben que no estas estudiando, que no arrancaste este año. No te dicen nada porque los manejas como queres con que te haces la que no comes, pero a mi no, yo te voy a putear lo que sea necesario. Y sí estas anoréxica, fueron al médico y te lo diagnosticaron, “flasha” las pelotas.

Anorexia. Qué palabra del orto. Cada vez que la escuchaba sentía náuseas, pero las controlaba porque no quería terminar internada en un loquero. Desde que me había peleado con Francesco, tenía el estómago cerrado. Siempre fui de comer muchas porquerías, mucha cantidad. Pero hacía 6 meses que no podía comer sin sentir asco. Era como cuando te quieren hacer comer de prepo algo que te da ASCO de lo feo que te parece. Llega a la boca con rechazo, lo masticas sin respirar y lo tragas, por ley de gravedad la comida quiere bajar, pero tu garganta la retiene y hace todo más difícil. Era imposible comer. Nada, ni milanesas, ni papas fritas, ni pan. Nada pasaba, sólo mate y el humo del cigarrillo. Al poco tiempo de que empecé con el tema, mis papás se dieron cuenta de que estaba rara y flaca, y me invitaron a cenar con el fin de ver si comía o no, me cocinaron canelones, mi comida preferida, y no comí. Lo confirmaron. Estaba enferma. Mamá me llevó al médico y con un psicólogo dedujeron que tenía anorexia, pero no quería asumirlo. Desde entonces, semanalmente, una minita iba a mi departamento y me llevaba la comida en viandas para cada día de la semana, adaptado a mis gustos y necesidades. El psicólogo era dos veces a la semana y era un idiota. Ése tratamiento no funcionó, ya que seguí bajando de peso, porque no me comía las viandas, y terminé desmayándome en el supermercado de la vuelta del departamento. Me agarraron el teléfono y llamaron a mi mamá. Terminé internada por 20 días, me hicieron aumentar un montón, me veía gorda, horrible, pero necesitaba el alta, así que me dejaba inyectar. Después de el episodio, el psicólogo pasó a ser diario y la nutricionista se quedaba  a acompañarme durante mis comidas. Fue una de las peores cosas que me pasó. Al final, terminé hablando más con la nutricionista que con el nerd del psicólogo. Hasta que un día salí del baño en ropa interior y me vi en el espejo. Me tomo algo de cuatro segundos terminar abrazada al inodoro intentando volver a verme flaca. Aprendí a manejarme para comer delante de la mina y vomitar cuando se fuera. Así volví a bajar de peso y me volví a desmayar un día que llevaba bastante sin comer. Me internaron 23 días. Los peores de mi vida. Mis viejos iban muy poco a verme ya que estaban enfurecidos conmigo. Tenía muchas ganas de morirme. Cuando Aldi fue a verme, estaba en la recuperación psicológica de esos días de cárcel en el hospital, me habían hecho muy mal. Seguía flaca pero, aunque ella no lo supiera, mucho mejor que 20 días atrás.

-Y Julia? Qué pasó?
-Una forra.
Me prendí otro cigarrillo, se venía una larga explicación.
-Cuando Francesco me contó lo de Andrea, me dijo que siempre se veían en su casa o en lo de sus amigos. O sea que Julia lo sabía, una atorranta. Dejé de llamarla y no le contesté más el teléfono. Cuando estuve internada ni apareció, sabe que se terminó todo. Además, en definitiva, no podría estar tan cerca de Francesco, necesito alejarme de todo lo que sea él.
-Sí, supuse que ella sabía y que necesitabas alejarte de él... Lo que no me cierra es por qué dejaste la facultad…
-Bah… Idioteces.
Nos reímos, cómplices de mi locura.
-Na, me parece una mierda, está lleno de minitas idiotas que me decían –imitándolas- “ay boluda estas re flaca, qué envidia!”. Super tarados todos, toda la gente ahí era tarada. Y yo, que estaba estudiando para colgar un cuadro, nada que ver.
Entre risas, llantos y retos, se hizo la hora de la cena. Pedimos unas empanadas, que, increíblemente, comí con placer, después de tomar un par de cervezas Aldi se fue a su casa. Me fui a acostar muy cansada y algo borracha, pero me sentía como hacía mucho no lo hacía: muy contenta. 

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